No soy un
gran aficionado al boxeo, un deporte casi prohibido en España, marginado y
maltratado. Ahora, gracias Marca TV vuelve a levantar la cabeza y se asoma a
los medios de nuevo. Tiempos duros, deportes duros.
Si mis
conocimientos pugilísticos son muy limitados, no lo es tanto mi pasión por la
literatura y el cine con temática boxística. Siempre suelo recomendar la
colección de relatos cortos ‘Rope burns. Stories from the corner’ de F.X.
Toole, que en España se publicó bajo el título de ‘Million Dollar Baby’
aprovechando el tirón de la película.
La realidad
gana el combate siempre a la ficción y una historia actual me ha recordado
mucho a la protagonista de uno de esos relatos, Maggie Fitzgerald. El sábado 12
de enero de 2013 regresó al ring la boxeadora germano-libanesa Rola El-Halabi.
Perdió a los puntos ante la italiana Luca Morelli en la lucha por tres títulos
mundiales en peso ligero, pero para ella ya fue un triunfo volver a pelear al
más alto nivel.
El 1 de
abril de 2011, Rola recibió cuatro tiros de su padrastro y representante Hicham
Roy El Halabi cuando se preparaba en los vestuarios para defender el título
mundial. El padrastro no aceptaba su noviazgo con un joven griego y temía
perder el férreo control que ejercía sobre la boxeadora. Fueron cuatro tiros
llenos de odio, Disparados desde corta distancia. Las balas dieron a la
deportista en una mano, los pies y una rodilla. Durante muchos meses tuvo que
moverse en una silla de ruedas y someterse a cinco operaciones. Pero sobrevivió.
Y durante
toda la recuperación, Rola contó con el apoyo de Kosta, su novio griego. Ahora
ya su prometido. La boxeadora se tatuó cuatro cartuchos con el lema ‘Molon
labe’, algo así como ‘enfréntate a la lucha’ en griego. Ya ha publicado su
autobiografía, sólo falta la película, aunque ella ya ha vivido un guión que
podría haber sido escrito en Hollywood.
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