En este país de desahucios nos sobran los
motivos para llorar, pero en este caso escribo sobre lágrimas de alegría. El
pasado 7 de noviembre el cantante escocés Rod Stewart lloró feliz en las gradas
del Celtic Park tras la victoria de su equipo del alma. El Celtic de Glasgow
ganó 2-1 al Barcelona en la Liga de Campeones, seguramente un triunfo que no
sirve para nada y que no conlleva ningún título. Tres puntos más en una de esas
eternas fases previas. Eso sí, para todos los hinchas escoceses del club
católico será una noche inolvidable. Antes del encuentro consideraban al
Barcelona como el mejor equipo de la historia y poco más que un milagro divino
ya no ganar, sino que los verdiblancos lograran un empate.
Ver a un millonario de 67 años que se ha
cepillado a cientos de misses a lágrima viva por un triunfo así me pone la piel
gallina. Resume perfectamente los sentimientos que puede provocar un equipo de
fútbol en un aficionado y la pasión por este deporte. También ocurre en otros,
pero menos. Y sobre todo es raro verlo en el público… Que llore un atleta
cuando logra una medalla es hasta cierto punto lógico, que lo haga un
espectador que no le conoce de nada en el estadio olímpico, lo es menos. Y allí
estaba Rod, con sus 150 millones de discos vendidos –no es exageración- como un
chiquillo el día de Reyes.
Sólo he llorado una vez viendo un partido y
me sentí bastante azorado. Fue
la final del Torneo de Brunete de 1996. Ganó el Racing de Jonathan Valle, que
tenía 12 años, y estaba acompañado por otros retacos de una edad similar. Me
emocioné por ver ganar a mi equipo algo, porque hasta entonces poco se había
celebrado que no fueran ascensos, y ante el talento maravilloso de aquella
generación, que luego se esfumó como si hubiera sido un sueño. Encima seguir
aquel torneo por la televisión fuera de Cantabria lo hizo todavía más emotivo.
El fútbol y la devoción por un club remueven sentimientos profundos, incluso de
identificación con un territorio o unas gentes. La afición del Celtic, que
comparte himno con la del Liverpool y entona también el ‘You’ll Never Walk
Alone’ es de esas inalienables y Rod Stewart es un buen ejemplo. En una de esas
canciones eternas con su voz ronca, ‘I don’t want to talk about it’, canta algo
así como “puedo decir por tus ojos que probablemente has estado llorando
siempre”. Y posiblemente lloren desde aquel Celtic que ganó la Copa de Europa
del 67 con un equipo de enanos desdentados comandados por Jimmy Johnstone, todos ellos escoceses y de Glasgow, nada de
extranjeros y fichajes millonarios.
Ese triunfo pírrico ante el Barça no se
perderá en la estadística por esas lágrimas del artista y reivindican el fútbol
como evasión y fuente de alegría, como un respiro en estos tiempos sin rumbo ni
futuro. Rod Stewart logró emocionar a mucha gente sin necesidad de entonar ‘Maggie
May’.
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