Balonización


La balonización es como la globalización, pero lleva lo peor del fútbol a todos los lugares del planeta y a todos los ámbitos de la sociedad. Es un proceso que nos iguala volviéndonos a todos más idiotas y que aplaudimos como un gol o protestamos como un fuera de juego. La sociedad occidental se baloniza irremediablemente. En países como España o Italia se puede admirar este proceso con la curiosidad de un científico ávido de microscopio. Hasta la mismísima Alemania comienza a sumergirse en este proceso en el que Chipre o Grecia nos han ofrecido ya brotes de epidemia peligrosa. ¿Quién no recuerda a aquel Apoel de Nicosia que se codeaba con los grandes de la Liga de Campeones? Resulta gracioso recordarlo ahora. El campeonato chipriota era como la ONU, con argentinos, angoleños, españoles, brasileños, húngaros o cameruneses. ¡El límite de extranjeros por club era de 17! Y cómo puede terminar un país así… Pues claro, rescatado. Allí los hinchas, mitad griegos, mitad turcos, están locos completos.

Jorge Luis Borges achacaba la popularización del fútbol como deporte global a la estupidez humana. Era un enemigo declarado del balompié, aunque incluso él llegó a caer en las garras balonizadoras y llegó a escribir un cuento futbolero a cuatro a manos, pero esa es otra historia.


Las tertulias futboleras de apasionados ultras son ahora de temas políticos, con periodistas que se ponen la camiseta de un partido como si fuera su equipo del alma. Los árbitros que llevan años sufriendo escraches ven como pasan inadvertidos en estos días mientras son los cargos electos los que reciben llamadas con amenazas de muerte y persecuciones en sus domicilios. Las instituciones públicas acumulan deudas que solamente creíamos posibles en los clubes de fútbol. Comisiones, sobres, amaños, corruptelas, proyectos faraónicos que no sirven para nada y quedan inutilizados como fichajes estrellados. Países que pierden la categoría. Las manifestaciones, antaño minoritarias, son ahora como celebraciones de títulos con infiltrados violentos y sus policías de escudos trasparentes. Definitivamente, nos balonizamos.

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