Banquillos devoradores


En los clubes grandes el banquillo abrasa y por eso siempre los entrenadores están de pie dentro de su área técnica, rígidos, con traje almidonado y la corbata lista para ahorcarles. Son banquillos devoradores, con sus filas de dientes de tiburón y que engullen a los tipos más duros como si fueran el Pozo de Carkoon en Tatooine. A veces, les entra la ameba Naegleria Fowleri, esa que vive en aguas cálidas y devora el tejido cerebral. Entrenadores que parecían preparadísimos y con experiencia sobrada terminan tomando decisiones que nadie entiende. Acaban vagando como zombis dando tumbos del vestuario al césped. Los equipos grandes les dejan vacíos por dentro hechos un guiñapo.

Este fenómeno es muy español y es casi impensable que suceda en Inglaterra o Alemania. Nadie se imagina aquí una historia de lealtad tipo a la de Alex Ferguson y el ManU. En la Liga, un entrenador es cuestionado incluso antes de que firme el contrato.

La salida de Pep Guardiola a Alemania y de Mourinho a Inglaterra han dejado a España sin sus dos grandes referentes en los banquillos abriendo una especie de veda de la que nadie está a salvo. Martino tiene a todos mosqueados con su tiki-tata. Aunque vence, no convence y hacer olvidar a un tipo que meaba colonia y caminaba sobre el agua puede llevar siglos de catequesis. Pep apostó a caballo ganador consciente de que el vestuario de Messi tiene un hambre voraz. Mourinho, que se vende mucho mejor de lo que es, también ha terminado sucedido por un entrenador arrastrado por un tsunami blanco que comanda su propio presidente. Desbordado por debates intrascendentes y fichajes sin sentido se limita a acumular las estrellas que le dictan sin aportar la personalidad y conocimientos que se le suponían. Djukic también sufren en el Valencia, otro club con tendencia a fagocitar técnicos como si fueran gominolas. Emery, lo sabe bien, pero en Sevilla ha tenido un arranque de temporada en el que era la diana para lanzar dardos.


Entrenar a un club grande en presupuesto, egos e intereses es complicadísimo. Muchas veces ni siquiera hace falta ser un buen entrenador para triunfar. Cosas del fútbol, del vestuario y de los despachos. Cosas raras.

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