‘The Wrestler’ –el título en España no fue muy afortunado, ‘El
luchador’- de Darren Aronofsky fue una de las mejores películas de su año,
2008, aunque al final se quedó sin ninguna estatuilla del tío Oscar, que es
como jugar bien y no ganar ningún título de los dos a los que aspiraba. La
cinta narra de manera convencional el ocaso de una estrella de la lucha libre,
lo que aquí llamamos ‘pressing catch’, gracias a una Tele 5 ochentera que dio a
conocer este espectáculo en España. El wrestling no es un deporte, pero sus
practicantes son grandes atletas y entrenan horas y horas. Piruetas, caídas y
golpes deben dejar a estos hombres molidos. Es el deporte llevado al extremo
del espectáculo hasta que deja de ser deporte, menospreciando el juego y la competición para sustituirlos por
guiones previamente preparados. Imaginen lo que sería esto en el fútbol.
Un sesudo grupo de periodistas deportivos, expertos y guionistas estudiando
cómo sorprender y agradar a los hinchas. El Real Madrid gana la Liga en el
último partido remontando cuatro goles y el Barcelona vence 7-6 de manera
épica, pero es un triunfo pírrico ya que queda segundo en una jornada de
infarto. Todo preparado y estudiado para que nos encendamos, saltemos de la
butaca, gritemos, lloremos y celebremos. Claro que los futbolistas tendrían que
jugar, marcar los tantos, entrenar igual, dejarse goles sin que se notase
mucho… Y todos saben que está más o menos preparado el tinglado, lo aceptan sin
más y el público disfruta, como si fuera una película o el teatro. Allí los
seguidores de esta comedia se identifican con el Gran Khali, Rey Mysterio o
Batista como lo hacen muchos aquí con nuestros clubes de fútbol. ¡Por eso nos
llevamos las manos a la cabeza cuando nos enteramos de que se ha comprado un
partido! La pureza de lo inesperado en el fútbol se esfuma y lo mancha, aunque
hay, ha habido y habrá cientos de apaños, pero no por aumentar el espectáculo
sino por llenar los bolsillos de algunos, lo que es más triste.
En la película, protagonizada magistralmente por Micky Rourke –es
casi su vida lo que se cuenta– uno recuerda inevitablemente a Hulk Hogan y su
melena rubia, aunque espero que el amigo de ‘El Equipo A’ no haya terminado tan
mal, salvo para ‘Muchada Nui’.
La figura del ídolo deportivo caído es recurrente en el cine, la
literatura y en esta columna, dedicada a esos antihéroes fuera de órbita. Da lo
mismo que sea un luchador, Maradona o Gascoingne. La fama pasa, las drogas,
malas compañías y al final, el abismo. El diario MARCA dedica estas últimas
semanas una página a estos deportistas que terminaron en el desguace. “Juguetes
rotos”, lo titulan. Ya han publicado decenas de historias y la lista no se
termina. Resulta desolador ver a uno de esos aprendices de estrella con coches
que cuestan una millonada y que, sin dinero en el bolsillo, esperan a que les
inviten en el restaurante de moda, y que les hagan una reverencia después a
cambio de una camiseta que mangaron del club. Deportistas que dilapidan sus
mejores años, que les da igual todo, engañados, drogados, borrachos… Y a veces,
siguen siendo buenos chicos. Les perdonamos todo. Manu Chao canta: “Si yo fuera
Maradona, viviría como él”. Quizá, casi todos lo haríamos de vernos en esa
espiral de éxito y dinero tan jóvenes.
La película merece la pena, sin ser una obra maestra, pero les
dejará hechos polvo… El luchador no llora, el público sí. En este tipo de
historias resulta complicado no rodar un biopic de sobremesa más cercano a esos
que comienzan con un “basado en hechos reales” que una buena película. Aquí han
regateado bien el agujero, para dejar una cinta sobria hasta el realismo de
personajes de cuento, que son estos luchadores. Estos deportistas de elite que
rodaron anuncios y tuvieron videojuegos, son como cualquier persona cuando se
apagan los focos, o peores. La muerte nos iguala a todos. Polvo somos, ahora que
tenemos reciente el miércoles de ceniza, aunque algunos, sean polvo de
estrellas.
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